10.- EL CRUCE (II)
- manuzubi
- 13 dic 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 14 dic 2024
A la mañana siguiente, tras tomar un café, nos adentramos más en la espesura del bosque, dirigiéndonos hacia el corazón de aquella selva. Poco después, llegamos a la primera barrera de guerrilleros. Los hombres que la custodiaban estaban armados hasta los dientes. Para poder pasar, tuvimos que pagarles dinero. El doctor me habló de los ambazonianos, un grupo armado que se escondía en la selva y que yo no conocía de nada. Pensé que era el nombre del grupo Boko Haram en esa zona porque era el nombre que me vino a la cabeza cuando hablaron de guerrilleros. Era el único grupo que conocía por las noticias.
Después de cruzar, seguimos avanzando hasta llegar a lo que parecía el campamento principal, un lugar conocido como "el cruce". Fue allí donde la situación cambió de forma drástica. Los fusiles apuntaron hacia nosotros en cuanto llegamos. Nos ordenaron bajar de la moto y tirarnos al suelo, bajo la amenaza de que no debíamos mirarles a los ojos, o seríamos asesinados. Nos hicieron caminar mientras disparaban al aire. Me sentaron en una silla y me preguntaron de dónde venía y porque pasaba por aquel bosque. Les explique que le había pedido al motorista que me llevase a Nigeria y ese era el camino que había tomado. Entonces le preguntaron al motorista si no me había informado de que en ese sitio estaban en guerra. El motorista respondió que sí, que me lo había dicho. Pero no era verdad, lo único que sabía de la guerra era lo que me dijo el doctor esa misma mañana. Pero no dije nada para no crear nuevos problemas.
Entonces se separaron un poco de nosotros y comenzaron a hablar entre ellos. En ese momento hable con el motorista un momento y le dije que debíamos decir los dos lo mismo, que debíamos decir la verdad para evitar más problemas. El motorista estuvo de acuerdo.
Me quitaron el pasaporte y el teléfono. Me pidieron el código para desbloquear mi teléfono y no tuve más remedio que dárselo. Cuando pusieron en marcha el teléfono vieron que tenía el GPS activado. En ese mismo momento uno de ellos me pego y al caerme al suelo me apuntó en la frente. Me dijo que me levantara mientras seguía apuntándome. Para ellos, llevar encendido el GPS significaba que quería conocer el lugar en el que se encontraban. Eso fue suficiente para acusarme de ser un espía. Intenté explicarles que solo lo usaba para orientarme, pero estaban tan alterados y quizá bajo los efectos de las drogas que mis palabras parecía que les entraban por un oído y les salían por el otro.
El soldado bajó su arma y respiré aliviado. El motorista que me acompañaba trató de calmarme. Entonces, uno de ellos encendió un cigarro, pero por el lado contrario del que normalmente se pone en la boca. Lo colocó en el suelo, anunciando que si el cigarro se consumía completamente, eso significaba que nuestras intenciones eran malas y nos matarían. Si, por el contrario, se apagaba antes, seríamos perdonados. El motorista comenzó a decirme que si no me hubiese conocido no hubiese estado en esa situación de vida o muerte. Yo me mantuve aparentando tranquilidad y, como siempre, con una actitud positiva ante las cosas, pero no podía quitar los ojos de esa pequeña llama que parecía decidir mi destino. Finalmente, el cigarro se apagó. Con el nerviosismo el motorista comenzó a reir y no entendía la actitud tranquila que había tenido yo en esos momentos. Sentí un gran alivio y note cómo se detenía el flujo de orina en mis pantalones.
Pero la tensión no terminó ahí. Trajeron unas ollas con carne negra y nos obligaron a comer. Mi compañero comenzó a masticar mientras ellos disparaban al aire con cada mordisco. Cuando llegó mi turno, me negué porque pensé que querían hacernos comer carne humana. Les dije que era vegetariano desde pequeño, algo que pareció sorprenderlos. Entonces el motorista me miró fijamente a los ojos y leí en su mirada un mensaje que me decía que hiciese todo lo que ellos nos decían y sin preguntar nada. Finalmente, aceptaron y me trajeron un plátano. Uno de los soldados insistía en que yo había venido a espiarles y entre risas me hicieron fumar marihuana que me transporto a otro estado. Me empezaron a llamar el "extranjero" pero hubo uno entre ellos que evitó que me molestasen demasiado.

Hacia las 19:00 los soldados nos dijeron que tenían que salir a una misión. El jefe me dijo que yo dormiría en un lugar con una mujer y me ordeno que debía escuchar y hacer todo lo que ella me dijese. Sin embargo, el motorista dormiría en otro lugar, con otro grupo de personas. Yo me negué, le dije al jefe que no iba a dormir separado de mi amigo. Me respondió que muy bien, pero si quería dormir con el motorista iba a pasar la noche en una celda.
Entonces me montaron en una moto. Íbamos tres personas, delante un soldado que conducía, detrás otro soldado armado y en medio iba yo. Lo mismo hicieron con el motorista. Viajamos a oscuras. Yo estaba realmente agotado. Llegamos a un lugar en el que había una caseta. Bajamos de la moto y un soldado se adelantó abrió la puerta. Del de interior de la celda salió un olor muy desagradable. Cuando nos hicieron entrar vimos que había gente dentro. El suelo estaba muy sucio y se veía sangre. Me puse en una esquina y conseguí dormir después de varias horas pensando una y otra vez en mi situación.
Cuando entró la luz en la celda pude al resto de las personas que dormían en la celda. Vi que más de uno se agarraba una mano con la otra y pude ver que a algunos les faltaba un dedo. Pregunté a uno de ellos pero no me contestó. Otro que estaba más lejos me respondió: "Espera a tu turno y lo entenderás."
Hacia las 10 de la mañana vinieron a por nosotros y nos llevaron otra vez al sitio que llaman "el cruce". Nos dijeron que estuviésemos tranquilos y que podíamos movernos por el pueblo libremente. Hablé con el motorista y le dije que teníamos que huir, que teníamos que salir de allí pero él me dijo que no era una buena idea porque si nos atrapaban nos iban a matar.
Esa mañana, empecé a andar por la zona y poco a poco me fui alejando. Me di cuenta que podía escapar y seguí andando sin saber a dónde iba. Unas cuatro horas más tarde llegué hasta un gran lago. Estaba muy cansado y no sabía qué hacer. Me senté a descansar y al cabo de unos minutos apareció uno de los soldados. Era el soldado que evitaba que el resto de soldados me molestasen y que por alguna razón me trataba mejor que los demás. Me dijo que había tenido suerte, que si me llega a encontrar otro de los soldados me hubiese matado directamente.
Cuando llegamos al pueblo el soldado dijo a sus compañeros que me había encontrado no muy lejos del pueblo y que me había perdido. Le agradecí mucho lo que había hecho por mi. Me dijo que esa noche dormiría en su casa. Su mujer nos preparó la cena.
Al día siguiente volvió el jefe y comenzaron a interrogarnos. Me ofrecieron unirme a su lucha. Me dijeron que necesitaban hombres y que incluso me darían una esposa. Me negué, explicándoles que estaba casado, que era gabonés y que mi captura podía causar un problema diplomático. Eso pareció irritarles aún más.
El líder del grupo ordenó que me ataran. Me amenazaron con cortarme un dedo si no pagaba un millón de CFA, dinero que según ellos usarían para comprar armas. Me torturaron hasta el punto en que no tuve más opción que decirles que podía intentar conseguir dinero pero que necesitaba mi teléfono. El jefe ordenó a uno de los soldados que me dejase el teléfono para llamar.
(Julio 2023)



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